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viernes, 7 de enero de 2011

Los dioses retornan justo cuando deben hacerlo

El iniciado no está inactivo, trabaja, pero en silencio, sin notoriedad, apoyando el devenir de las cosas. Veréis a poco sabios espirituales hablar en público. Su sentido del pudor, su sabiduría les mete hacia dentro, no hacia fuera. Ellos se rodean de campo, de higiene, de música, de cordura, de resignación y observan en silencio el paso del tiempo, el seguimiento de la Ley, el devenir de los acontecimientos, programados desde el principio de esta Era. Ellos miran al cielo, pues la salvación vendrá de lo alto, del cielo, no de lo bajo. Ellos cuentan los eclipses, los fenómenos celestes. Siguen la Ley de las esferas. Ellos saben que el tiempo del retorno llega y esperan pacientes, resignados y esperanzados el retorno de los que nos sembraron.

Los que ya hemos entrado en los cincuenta, hace tiempo que pudimos comprobar que nuestra ansiedad de cambiar las cosas desde la juventud, no ha cambiado nada o muy poco, ni del mundo ni de nosotros mismos. Hemos aceptado en forma resignada que bastante tenemos con cambiar nuestros pequeños egoísmos, perezas y hábitos. Pues la batalla suprema, el cambio de la Humanidad, hace tiempo que no está en nuestras manos, sino en las manos de otras fuerzas que nos superan.

Hace mucho tiempo que el sabio no dirige al pueblo, no amonesta al malvado o no dicta las normas. El Mal ha propiciado que todos seamos una sola cosa; nos ha globalizado, nos ha atontado, nos ha quitado la libertad y además ha dictado leyes para este alocado sistema no sea alterado por el justo, el bueno o el consciente.

Ahora más que nunca podéis comprobar que el ser consciente, justo o sano, se auto-margina, se aleja, se dedica a trabajar en silencio en sí mismo. Mientras tanto, el bruto, el ignorante y el mafioso, ocupan puestos políticos, sociales o manipula en las finanzas.

1 comentario:

  1. Hace un tiempo que los verdaderos iniciados saben que los actores de este tiempo, no son humanos.

    Hace tiempo que los justos, se han retirado del teatro mundano y se ocupan de sus vidas, de purificarse, de mejorar sus propios pecados y piden a la Suprema Inteligencia que se aceleren los tiempos, que seamos preservados, que no seamos abandonados.

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